STELLA DÍAZ VARÍN
DOS DE NOVIEMBRE No quiero Que mis muertos descansen en paz Tienen la obligación De estar presentes Vivientes en cada flor que me robo A escondidas Al filo de la medianoche Cuando los vivos al borde del insomnio Juegan a los dados Y enhebran su amargura. Los conmino a estar presentes En cada pensamiento que desvelo No quiero que los míos Se me olviden bajo tierra Los que allí los acostaron No resolvieron la eternidad No quiero Que mis muertos me los hundan Me los ignoren Me los hagan olvidar Aquí o allá En cualquier hemisferio Los obligo a mis muertos En su día Los descubro, los trasplanto Los desnudo Los llevo a la superficie A flor de tierra Donde está esperándolos El nido de la acústica.
CUANDO LA RECIÉN DESPOSADA Cuando la recién desposada desprovista de sinsabor es sometida a la sombra. Sí. A su sombra... Enciende la bujía y lee. ¡Ah! Entonces no es nada la venida del apocalipsis, los hijos anteriores enterrados y un hilo de sangre desprendido del techo. No es nada ya el océano y su barco ni la muerte que intuye la libélula ni la desesperanza del leproso. Cuando la recién desposada: Ya no estaré tan sola desde hoy día. He abierto una ventana a la calle. Miraré el cortejo de los vivos asomados a la muerte desde su infancia. Y escogeré el momento oportuno para enterrarla.
PROFECÍA Las grandes ausencias amenazan Cuando los sirlos Esos bellos pájaros Emigran Y la lejanía hiere sus alas El hombre no lo sabe Porque duerme Oculto por causa de la luz Para no prever la muerte. Entrega el dominio de sus sueños Y emancipa el caos Y pierde el poder sobre su propio río que lo recorre en longitud. Los abismos se acercan Y las múltiples aguas Devienen creaturas de espanto. Uncido al gran anillo Olvidará su trayectoria astral su fecundidad perecedera. Ocurrió Que cerró las pupilas ante la luz Y no estuvo más allá De las cosas presentes Ni creó una analogía superior a la distancia entre los astros Ni escuchó el soberano mandamiento De crear al hombre verdadero. Olvidado en el tiempo Aún persistirá en creer que fue un símil de su conciencia.
ALBEDRÍO Yo soy la vigilia, Ustedes Son los hombres castigados, Los labradores De gestos oblicuos Que al engendrar falsos surcos La semilla huyó despavorida. Ahora respóndanme Con una mano enguantada A flor de corazón. Cuál es la fecha exacta Entre Aldebarán y Andrómeda. El día en que los cuervos Cosechen lo suyo Entre las más grandes estampidas De todos los tiempos. Amén.
IX Es así Que la vida es en su muerte Una pura substancia Un sereno ocurrir, naturalmente Un ritual De poderes ocultos en su origen Un círculo elemental Un curioso bullicio Un germinar muriendo. Es así Que estoy viva Y en cada vida Se me va la muerte.
PROMESA No te preocupes Querido niño ávido Tendrás tu perro azul Te lo prometo Siempre que lo fabriquen. Además Te prometo un puro tiempo para lanzar anillos de por vida En la cercana sombra de los parques.
"No. La poesía no es una ecuación biológica. La poesía, si tú la pudieras definir -porque es indefinible- es un arranque sentimental, es una memoria de otro arranque sentimental, nada más". De personalidad polémica y rupturista, integrante de la Generación Literaria de 1950, Stella Díaz Varín se perfiló como una voz singular y trascendente en la historia de la literatura chilena. Su poesía fue una expresión original, que plasmó su fuerte personalidad creativa y bohemia, con una perspectiva femenina. Nació el 11 de agosto de 1926, en La Serena. El 1 de mayo de 1947 llegó a Santiago para estudiar medicina, con el firme propósito de especializarse en psiquiatría, carrera que no concluyó. En cambio se integró activamente a la Alianza de Intelectuales de Chile -dirigida por Pablo Neruda- y a los círculos culturales de la época, sobretodo a la mítica bohemia de El Bosco, donde cultivó amistad con destacados creadores nacionales como Alejandro Jodorowsky, Enrique Lihn, Ricardo Latcham, Mariano Latorre, Luis Oyarzún, Jorge Teillier, José Donoso, entre muchos otros. En ese período comenzó a colaborar en algunos diarios nacionales como El Siglo, Extra, La Opinión y La Hora; al mismo tiempo que participó en las diversas actividades generadas por la Sociedad de Escritores de Chile. En 1949 publicó su primer libro, Razón de mi ser. Los poemas de este volumen reflejan la vitalidad y fuerza de la poetisa. A través de imágenes sugerentes y de un lenguaje subterráneo, temas como la muerte, la soledad y el reconocimiento a la condición femenina, evidencian en este poemario la relación inseparable entre la vida y la creación poética de la escritora.
Su producción literaria continuó con Sinfonía del hombre fósil (1953), Tiempo, medida imaginaria (1959) y Los dones previsibles (1986). Este último libro recibió el Premio Pedro de Oña en 1986, y su publicación incluyó un prólogo de Enrique Lihn, en el que señaló: "Esta imagen del poeta, la afición a la magia del lenguaje asociada a la realidad como acto verbal imperativo y otras características, delatan aquí -con la desvergüenza al uso de mi generación- cuentas pendientes con el romanticismo, el decadentismo y el simbolismo". Aunque fue reconocida tardíamente por una pequeña parte de la crítica especializada, su poesía marcó nuevos rumbos en la creación poética nacional. Fue incluida en numerosas antologías, entre las que destacan Poesía Nueva de Chile (1953); La mujer en la poesía chilena (1963); y Atlas de la poesía chilena (1958). Con una dilatada trayectoria en las letras nacionales, Stella Díaz Varín reivindicó el oficio de poeta desmitificándolo, denunciando las carencias de esta labor: "Yo creo que deberíamos preocuparnos un poco de que el poeta deje de ser una especie de ser mítico, alado y peregrino. El poeta es un ser humano con familia, con necesidades biológicas y necesidades de todo tipo, al que nadie le da boleto en este país (...) por lo menos me gustaría que el hombre creador tuviera una base y una mínima seguridad de vida para que pudiera seguir creando". A pocos días de haberse hecho acreedora del Fondo del libro en su versión 2006, por el volumen "Stella extragaláctica", Stella Díaz, falleció. Sus funerales se realizaron el 15 de junio de 2006. Fuente: Memoria Chilena -Biblioteca Nacional de Chile