CONSUELO CHAURA
La mano La mano se encontraba como siempre en el cuarto de los niños, untando sus pasitos en la madera crujiente de la habitación. Meciendo las cunas de un lado a otro, turnando sus dedos a paciencia de nuevos sueños, bailando entre los ronquidos suaves de los bichos. Ahuyentando espíritus que permanecían enroscados en las esquinas de las paredes, porque le gustaba observar la huida de las cadavéricas figurillas. A veces le gustaba columpiarse por la sombra tenue que irrumpía a media noche, como desafiando aquellos miedos que prometió no volver a idealizar. Sus largas patitas se oían por todo el hogar, como un tintineo asonante. Le gustaba pensar en los bajos interludios que emitían sus yemas, y en las ondas retumbantes que censuraban los oídos de aquellos padres descuidados de amor. Siempre se quedaba hasta el amanecer, girando entre las camitas, despertando las lagañas que pocas veces asustaban su nula inocencia. Hoy tenía otros planes, no quería compartir los cuidados que alguna vez prometió vigilar, y como si la obra ya estuviese planeada, se dirigió arropada por un guante de goma, vestida de sus mejores galas otorgadas por el cuarto de baño, al dormitorio matrimonial. Sus sentimientos merecían llorar la muerte de su desgastado cuerpo, arrojado al tierral frío del patio, abrazada de concreto y cemento, pero el llanto no le serviría de nada. Mirando el rostro de madre y padre empuño el cuchillo que escondió hace tiempo en el ropero de los niños, los ilusos seres de papel jamás revisaron ahí, es más, nunca se acercaron a mecer sus cuerpos en caricias parentales. Observó la escena varios minutos antes de cometer el crimen, recordando su vida junto al cuerpo, que alguna vez torturaron estos prontos cadáveres. Luego empuñó el mango, decidida, y la enterró en la yugular del hombre. Un hilo rojo remo del cuello al rostro de la mujer, quién despertó con la pesada cascada que desembocaba a su rostro. No gritó, no se movió, como si la brutal escena no la hubiese golpeado, sólo llamó a la mano por lo que era: - ¡Nana! – siendo esa sus últimas palabras, la mano saltó sobre su pecho, enterrando sólo una vez, el arma con la que alguna vez, les sirvió a sus patrones.
Tetas ¿Qué es mostrar las tetas? Porque yo nunca uso sostenes, y cuando me inclino para recoger algo, barrer o lamer alguna entrepierna, mis minúsculas tetas se asoman, nunca se les ve el pezón, tampoco me he inclinado demasiado para notarlo, entonces, ¿Es el pezón el que no puedo mostrar? Ese botón a punto de florecer, o que ya está completamente con sus pétalos abiertos, respirando o asfixiándose con algún corpiño de encaje. A mí no me importa mostrar las tetas, están siempre ahí, se volverá inevitable en algún momento, siempre tan erguidas, con la mira desviada, paralelas una de la otra, sólo se juntan cuando duermo hacia un costado, el botón aun asomando sus rosadas flores, rozando contra mi ropa, rozando con algún cuerpo, rozando con mis ásperas manos, rozando con cualquier lengua, a veces durmientes, a veces muy despiertos. En el traje de baño o en algunos vestidos la mitad de la teta está afuera, asomando el tono original de nuestras pieles, mostrando su redonda figura, siempre tan bellos y poderosos, ¿será verdad que tienen superpoderes o mi tía me lo decía de pura caliente? No sé bien qué pensar, los pezones de los varones no me parecen tan bellos, nunca podrán despertar y siento pena por ellos, siempre tan durmientes. Yo las dejo seguir su camino, traslucidas, las venitas verdes contorneando el embudo que envuelve cada onda, siempre en movimiento, aferrándose a mi pecho, como si estuviesen felices de vivir en mí, a veces no lo están tanto. ¿Existirán tetas malvadas y letales? La teta fraile, la sor tetita, la teta chora, la teta brava, la teta mami, la teta papi, la teta estado, la teta presa, la teta musulmana, la teta drogadicta, la teta abortera, la teta de mi mami… Cubiertas, descubiertas, irrespirable su triste existencia, sometidas a alambres mal doblados, si no fuera por el sexo jamás estarían fuera de la tela, quizás por eso tenemos sexo, para sacarlas a pasear un rato, que descubran su peso cayendo sobre la piel, desnudas, heladas, al frío que hace que se tensen y la piel se nos llene de puntitos, hasta que los toca otra persona que quizás lo hace más que tú, entonces tus tetas ya no son tan tuyas.
RITUAL DE OLVIDO Soy la herencia de una amante olvidada, vengo con mis brazos deshojados por ti, y fui llamada la doncella del amor impoluto, criamos hijas juntos que se olvidaron de mí y ahora se resbalan silenciosas por mis mejillas. Le pido consejos a la mujer más vieja, en ella encuentro a la asesina de esta pena y la encargada de sepultar un amor que ya no me conoce. De su boca escupe en mis orejas racimos que me conducirán a mi ritual de olvido. Mis pies en la arena giran en círculos que le permiten claridad a mis articulaciones. Conduzco mi cuerpo y decido enfrentar esta nueva vida, vestida con ropas del pasado, me acerco a la orilla del mar, y poco a poco mi piel florece con las olas, mi pelo largo como el misterio de una sombra besa agradecido el agua. Sumergida hasta el cuello, veo que nadie nuble este paisaje con su presencia, y ahí, cuando me doy cuenta de que estoy completamente sola, me desprendo de la cría que amamante indebidamente, para quedar desnuda, le pido a esta mar misericordiosa que por favor me saque la espina de este pecho aun atravesado. Tomo mi vestido de vida nueva y las olas abrochan con su movimiento los botones que hace rato estaban solitarios. Lloro tranquila, y como una escoba el agua se lleva de a poco el destino que me tenía en los infiernos. Salgo como la ostra más extraña de los mares, mis manos ahora descansan de mi cara, el agua me devuelve seca de todo mal, una sirena que vuela sobre mí se despide, me canta que ya no vuelva, la arena se adhiere a mis pasos y ya no miro hacia ninguna isla.
CIGARRA Soy una cigarra amontonada en una cajetilla de veinte, convivo con otras cigarras, mudas e inertes, su sueño eterno aun no quiere tocarme, me despido de cada una porque no vuelven, aunque no me entiendan las quiero y me duele su ausencia. índice contra meñique pellizcan las cilíndricas figuras, y sin cerrar el ataúd logro ver como terminan chupadas al aire que desconozco, extinguidas se borran como nubes grises volando a un cielo eterno que las espera con el hecho gozoso de amor. Desconozco el tiempo que llevo oscura y ya no le hablo a nadie más que a mi misma, ya solo quedamos siete y me atormenta perderme en el fondo, tragada por los sables del olvido. No sé si es mejor habitarme en soledad, dentro de esta cajetilla asfixiada de preguntas, pero con la certeza de que nada cambiará y terminaré entregándome a los sables, o quizás deba irme seducida por la mano que me llevará pronto a su boca, me hará suya, para luego dejarme volar contra el viento, sumergida al aire opaco, expulsada deseosa de sus labios. Mis compañeras se apartaron para siempre de mi canceroso manto, explotaron entre caricias orales, sube y baja lengüetazos que terminan con el último suspiro, se cae la llama, se enciende el pelo que consume su libre alma, arrojada al baile de este aún luminoso día. Soy tocada apenas por unos dedos tiritones, y amarillentos, su aliento huele a muerte, a cigarras degolladas que caen como aves, lleva sus manos conmigo a sus ojos, sin importar que pueda quemar su rostro que sufre como llovizna. Soy una cigarra mal prendida, un alma en pena, se llevaron tan solo dos partes de mi eterna agonía, y me dejaron reposando sin mejor vista que antes, siento que ya se ha ido, abstraída de mi mortífero veneno, o bien inmersa en él y su fatal efecto, me toma por última vez, desplomando su inmerso corpus sobre el suelo ardiente, y me permite consumirme al viento con la falta que me hace su boca para expulsarme bien lejos de esta eterna soledad que me consume.
RITUAL DE AMOR P E R D Í.
Papichulo Papichulo pasa a buscarme, me monta en su polla mientras me toca una teta, me da de comer en la boca. Papichulo no me calienta, me cuida. Papichulo quiere que le hable como niña, y me mete el pico dulce en la garganta si no le hago caso. Papichulo gana plata, le gusta apostar en los caballos, me lleva, nos lleva, nos presume su ludopatía y no deja que nadie nos toque sin efectivo a cambio. Papichulo nos lleva al médico cuando enfermamos, y para agradecerle dejamos que nos escurra en la cara, aunque nos manche de leche el maquillaje de barbies. Nadie sabe la edad de Papichulo, la oculta de nosotras, hasta de su propia vista, nunca celebra su cumpleaños, pero siempre nos celebra a nosotras -las gyales- así nos presenta a los otros chulos, que nos miran de pies a cabeza, con la baba a mal traer, destapadas al ojo proxeneta, que le examinan a uno hasta el apellido, para que te aprueben y quiera tomar un poco de tu vida falta de ilusión. Papichulo no llora, dicen que nunca ha caído una gota bajo la cicatriz que le atraviesa toda la mejilla izquierda, que prefiere enseñar sus lustrosos dientes si es de rabia o alegría, alegría cuando el caballo al que le apuesta gana, alegría cuando estos cuerpos ya machacados se alquilan varias horas, alegría la plata, fuera de eso hay una rabia permanente que agudiza su mirada y entibia sus ojos, palidecen facciones a un concreto frio e inestable del que seguimos ajenas.
MAMÁ De niña le pegaba a los Nenucos cuando se portaban mal, los encerrada en sus cunas de cartón sin cobija que adorne el sueño eterno de su vida acabada, les daba tan tan en la colita mientras otros miraban, pero en soledad estrellaba sus cabezas contra la tierra y dibujaba hematomas con crayones que silbaba de lo más profundo de mi aliento, parchecuritas mugrientos figuraban el dolor que yo misma abolle en un plástico Made en china. Mi Nenuco tenía el ideal de reina desnutrida, apaleado desde el útero artificial, de ciudadano frustrado, de lumbago destinado al fierro colectivo de la locomoción. Mi Nenuco heredará las sombras de su madre santa, las mudará entre sus puños, pariendo desgracias a una vida poco atenta.
RITUAL DE ENCONTRARSE Voy en camino .
Espantapajara Soy la espantapajara nocturna, los perros aullan mi imagen, desdibujan mi oblicua figura, le rinden tributo a las llamas que esporan de mi boca, voy camino rocoso, me espinan las luces que quebrantas mi apuro, soy callada por un sombrero de espumas, no le hago caso y me entran burbujas por los oídos, hilachas de poesía cuelgan de mi sien, soy robusta figura , hay autos que persiguen el agua que cae de mis besos, mis besos son desdicha para quien sigue este camino, alumbrado por luciérnagas muertas, cada una lleva su vela, van al funeral de mis rodillas pintadas por guaguas, caen como versos, caen, cae poesía por mis sienes, soy la espantapajara que no espanta ni un ave, las palomas cosechan gusanos en mi espalda oblicua, me acompañan las hojas secas y muertas, las rosas muertas, la gente que camina muerta, y yo no puedo ver, puedo verte perdida y no hallarte, amada mía, puedo ver estos árboles frágiles como un segundo desplomarse sobre mí, redondear más su hermosura, amortiguar más los moretones que dejó magullada la figura que se acostó a un paso de esta vereda que camina por las piñas coladas que caen de mis pechos.
Irse, acabar, ACAB No sé cómo partir, como siempre no sé qué hago acá ni porque las circunstancias de mi quiebre me llevaron a esto, pero lo que sí sé es que lo estoy gozando… amo quien soy, odio quién fui. Me estoy dejando ir como los orgasmos sudorosos que dejaba en tus oídos sordos de amor, mi paciencia destruida ya no odia, sólo ama y no justamente a ti. Mi pasado se está cerrando y florecen vientos calurosos con olor a lacrimógenas y te pienso y creo que es terrible que aún te piense, que desgaste mi tiempo si quiera en pensar que te pienso y que peor aún lo escriba en esta mierda de hoja, tecleando con rabia la idea enferma de que aún quiera que te encuentres en mi mente como una fumarola de barricadas candentes que se apagaron pronto porque no les echase suficiente basura a mis ilusiones pobres de tu amor y no prendieron más, nunca más. Y todo hace que me encuentre acá, sobre la cama de un desconocido, un chico Tinder más, un chico que piensa que seremos algo, pero acaba en dos segundos su idea vaga de que yo lo quiera, de que a mí me guste, de que a mi siquiera se me aprenda su nombre… Acaba su idea como acaba su precoz eyaculación y siento que todo acaba, nos echamos en su cama, prendo la tele y los Simpson.
Leonora ¿Qué sería de ti Leonora si aun estuvieras viva?, qué sería de tus hijos y todo lo bello que dejaste en está negra existencia, si tu cuerpo aún estuviese adornando esta llovizna, quizás aún seguiríamos sin hablarnos, recordándonos lejanamente, a través de cartas viejas, pensando en cómo estará la otra para al fin levantar el teléfono y saludarnos, vernos aisladamente, como un mero compromiso obligado y curioso. Hoy me levante triste mi querida Leonora, pero de esas tristezas de verdad, sin lágrimas que limpien lo que pienso, sin sensación alguna que inmovilice una parte de mi cuerpo, silenciosa, pensante, sin expresión en mi rostro, con la mente en tu recuerdo, en nuestros recuerdos. Oh, Leonora tú cuerpo ya no existe, la tierra lo cubrió con sus mantos, ya no sufres más por sus dolencias, los marcapasos dejaron el zumbido oculto entre tus cálidos huesos, ya no está en este mundo, en mi mundo, cercano a mí, tomadas de las manos como solíamos hacerlo de niñas, ¿lo recuerdas? Caminando por la pobla, rodeadas de ojos que pensaban que nos amábamos, ¿nos amábamos Leonora? Hace frío, hay neblina y la bruma me transporta al liceo, recuerdo que una vez nos peleamos y dejamos de hablar por mucho tiempo, y tu me odiabas y yo sólo te miraba con pena, con lástima, porque a pesar de que estabas rodeada de nuevas amigas, estabas sola, y nadie nunca te quiso como yo lo hice, porque ya no te quiero, ¿se puede querer a una muerta? ¿Te vestirías como solías hacerlo antes de morir?, de negro, como una muñeca bella y oscura, tú tez morena y tu cuerpo de niña dibujado en mis cuadernos, como un anime nuevo, esos mismos que comentábamos en el patio en los recreos, riendo y comiendo sopaipillas. No sé porqué me levante pensándote Leonora, ni siquiera soñé contigo, ni siquiera te extraño, pero tengo esa duda constante, qué sería de ti, de lo nuestro, volveríamos a ser amigas, quizás tan cercanas como lo fuimos antes, sanitas, pero yo ya no soy sanita, quizás mi amistad te hubiese traído problemas, como tú me los trajiste alguna vez, ¿lo recuerdas? Y a ti ni siquiera te importaba, a nadie en realidad, sólo a mi madre. Odiábamos a nuestros padres, porque nos prohibían cosas, en tu caso se odiaba a tus tíos, porque tus progenitores murieron, no recuerdo bien como pasó, pero tú eras chica, guagua quizás, tampoco lo recuerdo. Tus tíos, esos miserables que prometieron protegerte, pero te abusaban, y tú tan niña, tan huérfana me contabas con vergüenza y yo igualmente niña, te llevé a los pacos, juntas lloramos los calambres que terminaron con tu triste infancia en el Sename. Leonora si pudiera verte de nuevo quizás te diría lo mucho que me haces falta, te contaría que soy otra y quizás ya no te caiga tan bien, pero seguiríamos siendo amigas, porque nunca dejamos de serlo, hoy me levante con tu presencia en mi cabeza Leonora ¿Qué sería de mí con tu existencia mi querida Leonora?
BIOGRAFÍA Consuelo Chaura (1995, Puente Alto) Poeta interurbana. Estudiante de Pedagogía en Lengua y Literatura en la Universidad San Sebastián. Participante del taller de Escritura y Acción Artística La Otra Costilla. Segundo lugar en el Municipal de escritura de San Bernardo, 2021.
Baile de los eructos La fiesta terminó, pero la noche aun siembra los eructos de las borrachas que seducidas por el flamenco emprenden el baile, meciendo sus caderas como abanicos, disparando dedos que infinitos besan el cielo. En la vereda de los ciegos se juntan a danzar, ahí despojadas de toda claridad exponen sus mejores eructos, los pies aletean por ser los que más abrazos le permiten al cemento. Las caídas son parte de la jornada, la sangre tinto mancha las pieles yertas por el frío santiaguino, viven de bar en peor, hasta que nuevamente puedan purificar sus figuras y ocultarse de un sol que petrifica sus cuerpos embriagados de dolor.
Sudoku Ya no habrá fortalezas donde pueda esconder mi orgullo herido, los mapas dejarán de gustarme y me perderé entre las señales de tránsito, la corona dejará de quedarme y tendré que caminar con la cereza entre los hombros, distante, baja, apretada, acogotada. Mis lágrimas escurrirán a penas dos lamentos, luego seguiré pintando sonrisas que no dicen nada, que se burlan de mis cantos y aborrecen mis quejidos, como si quisiera que me toquen, pero mi carne, mi sombra y mis gestos dicen lo contrario. Los vientres se contraen, me piden dar vueltas alrededor de los espejos que maquillan apagadas mis ganas de seguir valiendo mierda, apoderándome de ilusiones que no sirven, resolviendo puzles que no tienen un final, aplaudiendo silencios que se apagan en las noches. Entonces, ya no tendré alas que protejan a la vaca que violaste, porque desde que somos pendejos nos inyectan cápsulas de sangres, de asesinos y violadores, con su discurso neandertal, nutricionista al peo, nos enferman, nos llenan de recetas sin seguro, y nos manchan de tierra la comida. Desde guaguas nos hacen cagar la oreja, para no ser confundidas con niños, nos cuelgan polleras rosas, asumiendo que será nuestro color favorito, almidonando a la señorita pre y púber, y ¿para qué?, si después perdonan a un tío que de borracho no se dio cuenta y tropezó con mi inocencia, manchando de semen el tutú perla que ilusa vestí en el cumpleaños de la tía Ramona. Cuando vaya a encontrarme con el chiquillo de turno, le diré que no me quiera, porque yo no voy a hacerlo, él tratará de darme la mano y quizás yo lo acepte, creyendo que el amor existe, como si su mano demandara mi voluntad y mis ganas de mirar hacia al lado, entonces le confesaré que me gusta mirar culos. Trabajo ensombrecida, dibujada por la punta a medio afilar de mi jefe, entre bandejas que equilibran mis pecheras, achinando los ojos para que puedan ver mis margaritas, como si merecieran, ellos saben que no y qué importa, sólo será un segundo, después será el turno de otros miserables. Ya no sé si las venas que adornan mi pecho puedan seguir respirando tanto olor a mierda, en cualquier momento colapsan sus agujas, rebalsando la espuma inocua y sin sentido que aguantó veinte años, que aguantó porque pensó que así era mejor, porque pensó que esto no pasaría, porque pensó que no era su problema, ¿lo era? Dime si lo era. La sangre de mis reglas perderá su sentido, y la habré botado en vano, todos estos años cubriéndolas de nubes, porque qué vergüenza manchar mis calzones, mi pantalón, las baldosas y este país todo cagao que tanto defienden los que están casados con sus primos, esos mismos que me compran drogas a escondidas, ¿Sabrán qué hago crecer sus hojitas con el agua menarquia de mí vagina? Otra vez me ofreceré a pintar las sillas, para embadurnarme con su tóxico aroma, cubierta de químicos corrosivos, huyendo de mi propia nariz, pidiéndole favores sexuales a la puerta, ahuyentando a las nueces que me retan a gritos bajo el mar de estrellas que dejó mi padre. Mi madre sepultará mí cuerpo, pero no de tierra, porque no me gusta estar sucia, lo hará de espantos; sin llanto, todos aplaudirán de risas mi precoz deceso, y todo esto me habrá importado un carajo, nada cambiará, seguirán alimentándose de cadáveres, las mujeres seguirán siendo amigas de sangre, el machito seguirá apuñalandose las manos con rosas, y en fin yo ya habré muerto.
LOCUS AMOENUS Figuro como cuello cercenado, arrojado a la fogata diurna de los barrotes de este cuarto, me siento en las piernas de la diabla, quien murmura secretos de tu muerte y le pido que me grite. Quiero volver al vacio nupcial, pero me derrito entre caricias que besan cada uno de mis llantos. Yo pido que se propague por toda la población, estos brazos vestidos de llamas, pero les adorna el susto y prefieren teñirse a oscuras en los huertos opacos que les permite el camino de una llovizna idealizada. Soy inmensamente feliz, si me piden que me calle, pero pobre acostumbrada al gentío y su barato discurso, soy terrible para hacerme la ciega frente a esas lenguas que regurgitan heces, y no me callo, pero te juro que me gustaría estar callada.