Ana Partal
Escritora de Chile 1960 :Pertenece a al Sociedad De Escritores De Chile desde 1982. Vivió en Buenos Aires Argentina desarrollando actividades en la Comisión De Cultura Casa Chile. En 1990 vuelve y publica en Chile El libro “Desaparecidos Monumentos” única edición. En 1992 es parte del Congreso Internacional Chile Tiene La Palabra Presencia Femenina En La Literatura Nacional Consejo Nacional De La Cultura Y Las Artes. En 2018 es co- partícipe de Conferencia en C. Cultural España con José Maza. Premio Nacional de Ciencia. Poesía y Ciencia. 2019,” V Encuentro Internacional De Escritores En El Bío Bío” ,” 2021, V edición de la Fragancia de las Olivas”, (poesía por Palestina.) Su último libro editado en el año 2023 “ Sombra de un Clavel”
PARTO
En cada alumbramiento
caerá tal vez con dificultad
un vientre en las manos.
El afilador de cuchillos,
el organillero, no me tientan
a asomar la cabeza por la ranura
donde asoma la luz,
donde se dibuja el sonido.
Espacio prolongado de hombre,
hombre, otro, y yo, pulso.
Mi cuerpo‐guerra,
cuerpo‐dolor,
cuerpo‐muerte,
cuerpo asfixia.
Trino
Voy a hablar por el emblema
de lo primero que vi,
sostenido por un rayo
que jamás selló el recuerdo.
Allí con un tono sostenido,
dejó clavado el último segundo
del respiro antes del mundo
más certero.
De la misma sombra el rayo fue cegado;
se derrumbaron los muros,
las lámparas se volcaron
y una nube de pájaros
huía,
con unos trinares que algo
decían.
Pueblo
El viaje de las mañanas,
al pueblo,
donde parecía gritarse,
verde.
Pintadas piedras
celestes,
de feliz, y muerto silencio,
con estrellas y lunas de la noche anterior;
parecían ser amantes del cielo
o lanzadas,
cuando ladraron los perros
en algún embrujado callejón.
Estación
Te costará abrir los ojos
en estas calles,
deberás decir adiós en silencio
entre el estruendo
de la gran estación.
Ingrávidas hojas
bailaran en ecos metálicos,
en los faros
y los haces de luz.
Las palomas huirán del rito,
del silbido del tren
con su tremenda voz a vapor.
TERRITORIO
Testigos mis ventanas,
prometen un rayo.
Pincel las tardes.
Se compone una sonrisa.
Zumban silbidos, un estruendo
de cascos y perros.
La noche de hierba hasta mi cintura tejía.
Las pupilas se retenían.
Mantener los brazos en alto
hablar bajo.
Caí pedazo a pedazo al territorio urbano.
Yo hubiese querido un territorio
florido en mis manos.
Fantasma
El Fantasma se dirige al mesón
lejano,
traspasa su cuerpo
una y otra vez con su dedo.
Contempla los sueños de los comensales.
Allá uno solo, otros tres,
otras varias,
y una también.
Los gestos, de allá y acá,
se ven agitados en sus ojos
en medio del salón,
oprime lo que le queda de alma,
y se marcha.
El fantasma frente a los ojos de todos,
Ve, oye,
con el mentón apoyado,
sobre el revés de su larga mano
caído los dedos y la mirada.
No puede palpar sus lágrimas,
no puede gritar sus cristales palabras.
No habita la mansarda,
da flores a su cuerpo,
se escabulle en un eco
y duerme sobre su alma.
Silueta de traje gastado,
pasado sin nombre,
delgado pedazo de aire,
Transita, rehace la calle,
rota, sola, húmeda,
la calle ardiente y callada.
A horcajadas hurgó en sus huesos.
Con el aliento y sus sonidos fríos
en la tragedia del más inesperado día,
rozando las ventanas,
con sus mil lenguas y mil hazañas.
Leo sus ojos, oigo sus palabras,
en el banco blanco de la casa.
Cercenando la sonrisa,
desbaratando la caminata,
se pierde y a lo lejos se huele a madera quemada
chasqueando a gritos las llamas.
Olvidado.
desciende a las noches,
¡Despreciado,
se desplaza!