Antología

ANTOLOGÍA 50 MUJERES A 50 AÑOS

Carmen Tornero Silva

Carmen Tornero Silva
“Tornerito”
Reseña Biográfica.
De Santiago de Chile. Actriz, Cuenta-historias, Biodanzante. estudió en U. De Chile Actuación (arte dramático) y en U. Adolfo Ibáñez Administración Financiera e Inversiones.   Miembro del Pen Club de Chile, colabora con Comité de Mujeres del Pen Chile. Y con Comité LGTBQ de Pen Chile. Ha publicado dos libros de Cuentos “Voz y Alma al Desnudo” y “Suspiros al Oído de Mujer”.  Ha colaborado con la Revista “Entre Amigos”, participó en Antología “Desde el encierro” PEN de Puerto Rico, en Cuaderno Literario N° 5 del PEN Chile, en Antología LGTBQ “Así Vivimos” de PEN Argentina, Antología “Plumas sin Máscara” del Taller de Cristina Wormull y algunas actividades literarias en Redes Sociales, “Poetas, bolivianos, peruanos chilenos”. Coordinadora Editorial de Antología “Plumas sin Máscara”, Organizadora de la Biblioteca de Eco-aldea Matriz de Empatía en Cunco, Araucanía. Colabora con Revista “Entreparentesis” colabora en revista “La Otra Costilla”, Conversatorio en Radio Universal Home programa Plumas al viento, y en otros espacios como mi voz interior del comité Mujeres Pen-Chile.  Gestora y moderadora de Conversatorio con Escritoras Pen Guatemala y Pen Ecuador y en conversatorios nacionales en varias comunas de Santiago.
 Sus relatos dan una mirada humana y social a diversos personajes y a sus historias, en espacios y lugares propios del país donde vive.  

Había una vez un Circo

- Ya tenemos que entrar- le dice “el Jimmy” a “la Naty” persignándose con sus trajes de luces ceñidos al cuerpo y maquillados con exageración para salir a la pista. Se oye el usual discurso de señoras y señores, los voladores del firmamento, los más intrépidos trapecistas de Latinoamérica “los hermanos Santana”.
Ellos no son hermanos, pero han vivido casi una vida juntos, en las casas- tráiler detrás de la carpa del circo, como todas las familias que trabajan en él y que con el tiempo se empiezan a relacionar entre sí, de hecho, sus padres son hermanos.
Trabajan arduamente ensayando todos los días en que no hay función, revisan las cuerdas, los trapecios, el ritmo y los tiempos que demoran de un salto a otro, tienen cada centímetro  grabado en sus músculos y su adn, el ritmo  de la música está marcado en ellos, como un baile ejecutado con maestría en el ir y venir del abrazo intencionado desde que sus cuerpos hablaron en el aire. 
En tierra firme disimulan, porque son primos-hermanos y porque son profesionales de primera línea que no deben distraerse ni un segundo en emociones y sentimientos; su vida puede correr riesgo de accidentes, o peor, de muerte; pero ellos en secreto saben dónde y cómo encontrarse. Cuando están en el trapecio sienten que son seres alados, de otro planeta, o ángeles y cuando están en tierra firme, son seres lujuriosos de carne y hueso, necesitan amarse con deseo y pasión.
Jimmy, además de ser primo de Naty, está casado y tiene un hijo pequeño al que tanto el padre como la tía entrenan en la cuerda floja. La cosa no es fácil para los amantes, toda la familia vigila para que se mantenga y respete la estructura familiar y la de trabajo; es la forma que tienen los circenses de mantener vivo este rubro de artes menores (como se considera).
Pero, ellos no sólo se desean. Han encontrado la figura para encontrarse en el amor y el sexo furtivo. Él infiel mantiene a su mujer engañada invitándola a presenciar los ensayos de su hijo, arte que se hereda de padres a hijos, e invitándola de vez en cuando a participar en los almuerzos dominicales que se hace con toda la gente del circo, la cosa es que ella esté presente en la cotidianeidad. Ella, era contorsionista, y muy a su pesar perdió la línea del cuerpo después de su embarazo, razón por la cual no pudo continuar en la pista. La administración del circo le dio labores de cajera y vendedora de algodones de azúcar.
Los amantes se necesitan cada día más, la tibieza en los contactos en el trapecio y en “ tierra” fueron creciendo en intensidad, la fogosidad está poniendo en riesgo sus vidas minuto a minuto, pero al público le gusta el fuerte roce, tanta realidad y adrenalina  pone más atractivo el espectáculo.
Entre ellos existe un secreto grande, han podido ahorrar bastante dinero, lo que les ha permitido comprar a cada uno un auto, y a “la Naty” bonitas carteras y zapatos de marca.
 Todos los jueves al atardecer se ausentan de la carpa con la excusa de ir a clases de baile para no perder elasticidad y darle elegancia a su “número”; la verdad es otra, han conseguido un lucrativo trabajo en un Friendly bar * en Bellavista, donde el strip es el espectáculo principal. Ellos son el broche de oro de los shows del club nocturno. Comienzan sutilmente con “soft porno danse,” y  a medida que la música sube el dramatismo, se van quitando, uno al otro, el vestuario de lujo que llevan, mientras las yemas de sus dedos acarician pelo, pezones, espaldas, muslos. Los labios abiertos dejan que sus lenguas bailen en el escenario del cuerpo. Y…cuando ya están desnudos, a media luz en el proscenio del morbo, la música arde y culmina el acto sexual, como si el público no existiera y como si cada jueves el mundo acabase.
Todos se vuelven locos aplaudiendo, gritando vivas, algunos más bebidos se escabullen hasta el  escenario tratando de participar, mientras los stripers son custodiados por guardias fornidos y conducidos a los camarines. Allí descansan del rito amoroso de cada semana, comparten un refrigerio con una copa de vino. Él muy galante siempre mantiene frente al espejo rodeado de luces, un florero donde permanece un clavel y una rosa roja. Al día siguiente vendrá el fin de semana con tres funciones diarias, como acostumbra el circo y la vida seguirá igual.
Cierto día, en forma inesperada, el administrador, que también  oficia de maestro de ceremonias, citó a Jimmy a la oficina, tenía una noticia llegada desde un famoso circo mexicano, la propuesta de un contrato muy bien pagado para trapecistas. Él se hizo la ilusión que podría irse con Naty, pero cómo es usual en la mayoría de los casos este trabajo no considera  mujeres, la propuesta era sólo para él, incluía eso si, su familia. Era demasiado bueno el futuro próximo como para negarse, aceptó de inmediato. ¿Cómo se lo diría a su compañera y amante? Haciendo de tripas corazón, la invitó al siguiente lunes a cenar, era su día de descanso.
La chica se arregló quedando espléndida, Hermosa y provocativa sube al auto de su novio y con una sonrisa le dice con voz seductora – Y mi amor, toda suya – pensando que le informaría  la separación de su mujer y que se iría con ella.
El comienzo de la noticia presagiaba que su deseo podría realizarse y que la invitaría a viajar con él, pero no, un balde con hielo cayó sobre ella, sus ilusiones y su amor enterrados con cemento bajo sus pies, él se va con su familia. ¿Y ella? No estaba en sus planes.
Del amor al odio hay sólo un paso, Naty lo dio en ese instante, volcó la copa de vino en su camisa nueva con rabia, brotaron lágrimas amargas y apretando los dientes lo maldijo prometiendo venganza.
Tomada la decisión, Jimmy tuvo que ir por delante para arreglar la llegada de su familia, casa y colegio, para comenzar el nuevo trabajo con tranquilidad. La amante despechada preparó por su lado una visita al remolque de su rival, había planeado muy bien como vengarse, le contaría de su relación con el marido y con detalles el trabajo secreto que ellos mantenían para ganar más dinero.
Tomó aire en el frente de esa puerta, se armó de coraje para destruir esa pareja de una vez. Golpeó fuerte y decidida, al abrirse la puerta salió su sobrino, el niño la abrazó, ella un poco desconcertada le preguntó por su mamá y le acaricio la cabeza, la mujer desde adentro adivinando quien era la visita reconociendo su voz, la invitó a pasar. Naty estuvo a punto de volver sobre si, pero retomó fuerzas y entró. La puerta se cerró detrás de ella lentamente con el soplo del viento.

*Friendly bar: frecuentan clientes homo y heterosexuales.




Soy más tuya cuando soy del mundo

Sigo siendo tu Alicia.  Desde mi tierna juventud, mi norte no lo tuve claro, hasta que mi país, Colombia, convulsionado por la guerrilla y su enemigo, el estado, poco a poco quedó en la indefensión más absoluta, por decir lo menos. Los campos cafeteros, cocaleros y las calles, se convirtieron en sitios de batalla, donde moros y cristianos arrebataban vidas, cuidando sus esquinas, pirquineando el pinche poder del sucio dinero del narco-político.
Mi historia comenzó cuando salí de secundaria y aspiraba a ir a Estados Unidos, como la mayoría de mis compañeros, primero porque está cerca geográficamente, lo otro es porque es el sueño familiar de toda latina de clase media alta.
No califiqué en el examen de inglés, nunca fui buena para los idiomas y tuve que contentarme con esforzarme para ingresar a alguna universidad Bogotana, a estudiar algo, no sabía qué, cualquier cosa, pero ojalá alguna carrera que tuviera que ver, aunque tangencialmente con mis capacidades. No lo supe hasta que me vi en la puerta central y decidí entre caminar por el pasillo de la derecha, donde se daban las clases de derecho ¿curioso no? o por el pasillo izquierdo, donde estaba la escuela de sociología.
Mis pies se encaminaron a sociología y comencé mi primer año un tanto despistada, pero en fin ya estaba allí.
Bogotá es una ciudad más bien fría, un poco lluviosa y no muy atractiva para mí que soy antioqueña, es decir “paisa” de tierras calientes. Tuve la suerte de entrar a un grupo de amigas con las que arrendamos un pequeño loft para convivir modestamente.
Conocer grandes profesores humanistas, me llevó a descubrir la realidad de mi patria, al pasear en estudios de las clases más altas a las más bajas y marginales de la sociedad, aplicando la filosofía de los grandes.
Imposible quedar fuera del mapa sociológico y económico de mi país, convulsionado por décadas por la idiosincrasia nuestra “los colombianos”, afables, ruidosos y sobre todo rumberos.
Ingresé a la lucha política por necesidad y el ímpetu que escondía mi chaleco artesanal, bajo él las ideas de la justicia, anidaron todo lo que conocí en ese primer año universitario. Asistí a los primeros encuentros que comandaban alumnos mayores. Yo quería destacarme alzando continuamente la voz para decir algo, cualquier cosa, pero el dirigente que estaba al mando de esa célula, un uruguayo guapísimo, con estampa de arcángel, me callaba diciendo “cierra la boca burguesita ridícula”. Que se habrá creído él, pero era mi jefe político, me enseñó a ser disciplinada, y aprendí a tragarme las palabras.
De a poco empecé a admirarlo y de la admiración al enamoramiento hubo sólo un paso, casi religioso, en mis noches de sueños el gurú me llamaba a recostarme con él.  En realidad me enamoré y pasado un tiempo, él bello arcángel, dentro de su firmeza, fue cediendo de a poco a mi seducción. En cálidas noches, alrededor de una pequeña estufa de leña, conversando y armando mundos, con “tintitos” colombianos, a veces “tintos” chilenos que nos proveían compañeros de Chile, abrió su corazón para confesar que podría ser que eventualmente me amara.
Nada me hacía bajar del cielo, era un fondo azul lleno de proyectos futuros para la revolución interna y la de mi país. Estaba tan comprometida con la causa como con él. A los dos los quería tanto. Me debo a todos, al mundo, y dejaré escrito con sangre, “no sé cómo decirte que soy tan tuya, cuando más soy del mundo”
Dame tu mano   grande con la que empuñas la libertad nuestra y la de mi pueblo. Me miraste burlón y dijiste, vamos a emprender una excursión a las colinas del continente y en esta excursión necesitamos personas que ayuden y en quienes podemos confiar, la libertad no es sólo para nosotros sino para todo Latinoamérica, sin miedo, sin temblor, ¿podrás mi “burguesita ridícula”?
Dimos muchas batallas, casi todas fallidas, y yo bajo su costilla.
Todo acabó, no hace mucho, con la firma de la paz, entre gobierno y Farc, entregamos las armas y conseguimos algunos escaños en el parlamento. Pero la paz de parte de los que gobiernan no se respetó, los campesinos volvieron a sus campos sin semillas que plantar. Hoy somos muchos los que lamentamos la muerte de quienes entregaron sus armas, la mayoría guerrilleros campesinos y estudiantes, entre ellos mi compañero amado, el comandante de los comandantes.
Hoy me cuida, con incansable dedicación, desde un lugar, tal vez desde el cielo donde los próceres culminan sus batallas, mientras yo ejerzo en un asiento de congresista mi trabajo en el parlamento colombiano.

*Será que uno de ellos es el Presidente 2022


 
Abuela Nuestra

Clorinda, es una abuela de setenta y ocho años hace un par de meses la veo sentada en el pequeño antejardín de su casa, mirando con bastante orgullo sus cardenales enterrados en tarritos pintados, que alguna vez fueron envases de café. 
Nos erradicaron del cerro 18 de Barnechea a los suburbios sur de Santiago en la época de la Dictadura, quedamos lejos de nuestros trabajos, pero hasta hace poco nos demorábamos una hora y media en llegar. Hacía tiempo que no me la encontraba en la micro o en la calle, retornando ambas de nuestros trabajos, hoy ya no los tenemos.
Después de un par de semanas, decido subirme a un cajón de manzanas y hablarle por la muralla del deslinde, pero aunque mira sus plantas coloridas, en su silencio, no la veo contenta.
Abuelita, están lindas sus flores, le comenté, para iniciar una conversación y poder saber de su situación. Me miró esbozando una leve sonrisa, triste, más bien de conformidad.
Aquí estoy mijita, preocupada, ¿quién le dará de comer a mis nietos?, son cinco bocas que tengo de saber llenar, todos los días y mire usté, sin trabajo, y con una pensión que me da la muni, que no alcanza a los cien mil pesos, le llaman pensión solidaria, y se hace muy difícil a esta edad.
Pucha gueli y los papás de esos cabros chicos donde andarán pensé. Ahora me acuerdo de que el conviviente de la madre está preso por drogas, y ella correteando por las calles vendiendo ropa usada, como ambulante, cuando no saca la plata del día, se queda patinando por ahí y casi nunca llega a la casa.
Para que mis nietos no fueran al Sename, suspiró la abuela, el tribunal me los entregó a mi mijita y no sé qué hacer para que no vuelvan a la calle, me contó con tristeza e impotencia.
Todos los días miro mis florcitas y las riego, luego voy al árbol de la vereda, y le echo su agüita, en eso me entretengo, como nadie se preocupa de él, mientras lo riego le pido que le hable a mi señor, no ve que está más cerca del cielo, a ver si me echa una ayudadita.
Pobre Clorita, así le decimos en la población, le falla, el señor está demasiado ocupado para estar hablando con un árbol.
A medida que pasaban los días me puse más amigable y casi todas las tardes me subía al cajón que me sostenía y a mi conversación con ella.
Me contaba que los nietos más grandes, convertidos en soldados del capo de la pasta base del barrio, entre consumo y venta llegaban con alguna cosita para la gueli; la anciana siempre agradecida cocinaba algo para ellos, haciendo milagros con lo que encontraba en esa desprovista y humilde cocina.
Hay que vivir en la periferia para conocer lo que es la pobreza y el hambre, por eso no puedo irme hasta mañana sin preguntarle si había almorzado, movió su encanecida cabeza, hundiéndola entre los hombros. Salté sobre los pastelones de mi patio, llegué compungida a la cocina y preparé un tecito y una hallulla con huevo, que había guardado para mí, con cuidado y lentitud se lo puse en sus manos ajadas   y me lo agradeció como un regalo muy preciado. Comió ávida, le tiró un pellizco de su pan al perro, Con energía se paró a regar el árbol de la calle que se erguía frente a su puerta como guardián y que gracias a sus cuidados le regalaba una frondosa sombra
Y pasaron los días en esta misma dinámica, hasta que su silla de palos y tejido de paja apareció solitaria en ese antejardín, mostrando como la marca del cuerpo de la anciana se hizo evidente, ahora que su dueña no estaba.
Empecé a regar sus flores desde la vereda y de paso el árbol, cuyas hojas habían empezado a languidecer. De un día para otro una hermosa enredadera comenzó a florecer abrazando con vigor al viejo árbol. La abuela Clori se había ido, sin avisarle a nadie. No hubo fuegos artificiales, ni disparos al aire en señal de su partida., pero no perdí la costumbre de montarme en el cajón de manzanas y mirar ahora su silla vacía.
Los árboles frente al balcón de mi muralla se llenaron de pájaros, así comprendí que la Clori estaba en el cielo y quería que yo escuchara sus trinos, ella siempre- y estoy segura- a través del árbol guardián se comunicó con dios.



 


											

One thought on “ANTOLOGÍA 50 MUJERES A 50 AÑOS

  1. Elizabeth Zuñiga dice:

    Super linda !! Me encantooo

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